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texto de Alfred Rodriguès Brent |
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Desde siempre, las oligarquías , tanto las de derecho divino como las democráticas, han actuado de la misma forma, yuxtaponiendo sus propias soberanías sin delegar nunca una parte de ellas en un organismo superior capaz, con el apoyo directo del pueblo, de garantizar la paz. Actualmente, cuanto más poderoso es un Estado-Nación, más se carga de obligaciones internacionales, más tiende a crear y reforzar un bloque con naciones satélites a las que tiende a dominar. Los Estados-Nación menos poderosos buscan, también ellos, para defender sus derechos políticos y económicos, dominar a los que son menos fuertes. De hecho, se establece así una jerarquía mundial inestable entre las naciones. Las reuniones internacionales a nivel ministerial donde se toman las decisiones que deben obligar a los Estados- Nación, no pueden tampoco nada contra los defectos de la organización actual del mundo. Sin embargo, cambiar totalmente y de un golpe esa organización es un imposible, pues todos los gobiernos son a la vez guardianes y prisioneros del sistema. Lo que es posible e incluso necesario, es constituir, pasito a paso, un nuevo sistema en paralelo con el antiguo. Con frecuencia es así como se realizan las evoluciones humanas. Lo antiguo no desaparece súbitamente cuando se presenta lo nuevo. Ya se trate de un mecanismo o de un método, lo antiguo y lo nuevo coexisten durante un cierto tiempo. Los nuevos hechos de nuestra época, son la extensión del sentimiento de solidaridad humana, el progreso de las ciencias y la expansión de los conocimientos, el desarrollo de las técnicas y la conciencia de una ciudadanía mundial.Ante los repetidos fracasos de los Estados-Nación, se impone elaborar un nuevo método. Hace falta hacer tabla rasa y estudiar una nueva posibilidad de representación progresiva de los habitantes del planeta para la gestión de sus asuntos comunes. Es de esta forma como debe constituirse poco a poco, por etapas, una nueva organización, y coexistir con la antigua tanto tiempo como sea necesario. El Congreso de los Pueblos puede hacerlo, encargándose desde ahora de tareas a su medida. Alfred
Rodríguez-Brent |
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